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Curanderos

Desde tiempos prehispánicos, la herbolaria ha ayudado a sanar diversos males.

Los curanderos en la Huasteca Potosina ha sido fundamental en décadas pasadas, ya que era la única vía para acceder a la salud, pero muchas de estas costumbres aún prevalecen y personas de todos lados visitan San Luis Potosí gracias a la efectividad de la herbolaria.

Entre la filosofía teenek los seres humanos están integrados a la naturaleza; sus enfermedades o padecimientos son explicados bajo una visión sobrenatural y sólo los curanderos tienen la capacidad de sanarlos por medio de limpias, ofrendas, danzas y cantos en lugares considerados por ellos como sagrados.

En el Altiplano Potosino podemos encontrar una extensa variedad de plantas de uso medicinal, desde las planicies desérticas, hasta las zonas elevadas de la Sierra de Catorce.

En el desierto potosino es donde el saber regional de sus habitantes se pone en práctica para aliviar desde los dolores de estómago, los musculares, el empacho, el catarro, la frialdad del vientre hasta el espanto o la envidia, utilizando los medios que proporciona la naturaleza.

Estos especialistas conocen las propiedades de las plantas para su aplicación; cactus, arbustos o matorrales, tanto silvestres o cultivados, son procesados en infusiones, pomadas y champús para aliviar los diversos padecimientos.

Domingo Ramón Guadalupe, mejor conocido como Beto Ramón (1936-2004) nació en el rancho Ahuacatitla y fue presidente municipal de Axtla de Terrazas en 1993. Él aprendió sobre herbolaria de su abuela Lupe, quien era la curandera del lugar; pronto se dio cuenta que podía curar las enfermedades con plantas medicinales, por lo que estudió las propiedades curativas de las hierbas y realizó combinaciones entre ellas para tratar las enfermedades. Poco a poco fue reconocido por su experiencia en el arte de aliviar a base de productos naturales.

En 1955 Beto Ramón fundó el laboratorio de plantas medicinales Santo Domingo, que hoy produce jarabes, cremas, pomadas, cápsulas y jabones que, aseguran, curan casi cualquier enfermedad. Años después, Beto Ramón transmitió sus conocimientos a sus hijos Armando y Praxédis, quienes hasta ahora continúan con la encomienda de seguir curando.

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